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Las pruebas Aprender se enfocan principalmente en dos áreas fundamentales del aprendizaje del sistema educativo: lengua y matemática.
Domingo 15 de Junio de 2025
08:06 | Domingo 15 de Junio de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
La calidad del sistema educativo es, sin duda, el pilar sobre el que se construye el futuro de una Nación. En Argentina, esta premisa alimenta un debate cíclico e intenso que se reaviva con cada publicación de los resultados de las pruebas estandarizadas.
La preocupación por el nivel de aprendizaje de los estudiantes no es nueva, pero las herramientas para medirlo han ganado un protagonismo central en la agenda pública. Instrumentos como el internacionalmente conocido PISA y las evaluaciones nacionales como pruebas Aprender, junto a otros operativos jurisdiccionales como Tesba y Fesba, ofrecen un diagnóstico complejo y multifacético del estado de la educación. Sin embargo, sus alcances, sus innegables limitaciones y los desafíos que plantean exigen una mirada crítica y profunda para que el termómetro no sea confundido con la cura.
Las pruebas Aprender son una herramienta diagnóstica fundamental que proporciona una fotografía detallada del aprendizaje en áreas clave y de las condiciones contextuales que lo rodean, sirviendo como base para futuras intervenciones y mejoras en el sistema educativo argentino. Su diseño busca proporcionar una imagen clara de las habilidades y saberes de los alumnos en estas disciplinas.
Su objetivo es obtener información sobre el estado general del sistema educativo argentino. A través de los resultados, se busca identificar tanto las fortalezas como las áreas de mejora en el aprendizaje de los estudiantes. Esta información es crucial para proporcionar herramientas que faciliten la planificación de políticas educativas más efectivas y dirigidas.
Además de la evaluación de conocimientos específicos en lengua y matemática, las pruebas Aprender también recogen información sobre el contexto escolar. Esto incluye datos relevantes sobre la convivencia escolar, las trayectorias educativas de los estudiantes y las condiciones de enseñanza en los establecimientos.
Es importante destacar que las pruebas Aprender están alineadas con los diseños curriculares de la Argentina. Esto significa que, a diferencia de otras evaluaciones internacionales como PISA que miden la aplicación de conocimientos en la vida real, Aprender se enfoca directamente en los contenidos que se enseñan en las escuelas argentinas. Los resultados de estas pruebas han sido motivo de preocupación, sugiriendo que no quedan en la Argentina “insularismos de excelencia pedagógica” en el sistema educativo, con un alto porcentaje de alumnos, incluso en escuelas privadas o de mayores recursos, ubicándose en niveles básicos o por debajo de ellos en matemática, en comparación con los resultados educativos de las clases altas de otros países de la región.
El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), impulsado por la OCDE, se ha consolidado como el estándar de referencia global. A diferencia de las pruebas que miden contenidos curriculares específicos, PISA evalúa a jóvenes de 15 años en su capacidad para aplicar conocimientos en lectura, matemáticas y ciencias a situaciones de la vida real. Su enfoque en la resolución de problemas complejos y la recopilación de datos sobre el contexto socioeconómico y emocional de los estudiantes lo convierte en una herramienta poderosa para entender las desigualdades y comparar el desempeño de Argentina con el de otros países.
La participación recurrente de Argentina en PISA ha generado siempre un intenso debate público, con resultados que suelen encender las alarmas y motivar discusiones sobre la necesidad de reformas estructurales.
A pesar de su indudable valor diagnóstico, estas evaluaciones no son infalibles. Expertos advierten sobre una serie de limitaciones que deben ser consideradas para una interpretación justa y útil de los resultados:
El principal desafío para Argentina no radica en la existencia de estas evaluaciones, sino en el uso que se hace de sus resultados. El riesgo es doble: por un lado, desestimarlas por completo, perdiendo una valiosa fuente de información; por otro, tomarlas como un veredicto final e inapelable, generando políticas educativas apresuradas y descontextualizadas.
El camino a seguir parece ser uno de equilibrio: utilizar los datos de Aprender, PISA, y otros como Fesba y Tesba, como un punto de partida para un diálogo más profundo y honesto sobre la educación que se desea construir. Esto implica complementar estas mediciones con evaluaciones cualitativas, fortalecer la formación docente y, sobre todo, diseñar políticas públicas que aborden las profundas desigualdades estructurales que las pruebas, una y otra vez, sacan a la luz.
También utilizar la granularidad de los datos de Aprender para identificar las escuelas y regiones que necesitan apoyo urgente, y tomar los resultados de PISA como un llamado a repensar no solo la pedagogía en áreas críticas como matemáticas y lengua, sino el modelo de desarrollo social que perpetúa la desigualdad.
Tampoco pueden utilizarse los resultados de estas pruebas para estigmatizar la desigualdad ni a las escuelas y por concomitancia a sus alumnos, ni mucho menos para escrachar a los directivos y docentes, que cada vez con menos apoyos, recursos y más exigencias, son muchas veces los mayores referentes en la vida de los niños luego de su familia.
El éxito futuro no se medirá por una subida de 10 puntos en el próximo ranking internacional, sino por una reducción tangible de esa brecha de 86 puntos que hoy separa el futuro de un niño rico del de un niño pobre. La tarea es convertir las cifras, que hoy son un veredicto, en el mapa de ruta para construir un sistema educativo más justo y de mayor calidad para todos.
En definitiva, estas evaluaciones son una herramienta, una brújula que puede indicar el norte. Pero la construcción de un sistema educativo más justo, inclusivo y de calidad exige mucho más que seguir un puntaje: requiere de voluntad política, inversión sostenida y un proyecto de país que ponga a la educación en el centro de su desarrollo como políticas de Estado que transciendan todo color político.
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