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La historia detrás de las fotos y los discursos que marcaron las luces y sombras de los dieciséis años de Angela Merkel en el poder

Muchas veces definida como “la canciller de las crisis”, sus cuatro mandatos no estuvieron ajenos a los desafíos internos y externos más cruciales de las últimas dos décadas. Con éxitos y fracasos, logró imprimirle un estilo propio a la política

Domingo 26 de Septiembre de 2021

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11:35 | Domingo 26 de Septiembre de 2021 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

Las elecciones de este fin de semana marcarán el fin —varias veces anticipado— del periodo de 16 años que pasará a la historia como la “era Merkel”. Las urnas buscarán resolver el gran enigma de la política alemana, que se ha amplificado mientras se acercaba la fecha: ¿Quién estará a la altura de la cancillería después de Angela Merkel?

La líder, de 67 años, llegó a la cima del poder mundial tras haber dado sus primeros pasos a la sombra de otro peso pesado de la política alemana y padre de la reunificación, Helmut Kohl (1982-1998). Sus aptitudes —la recuerdan por su inteligencia y por ‘esforzarse mucho’—, sumadas a ciertos cupos —Angela era mujer, era del Este y era protestante—, hicieron que lograra primero convertirse en ministra para la Mujer y la Juventud, luego, del Medio Ambiente y, por último, en canciller, en el año 2005.

Aunque en estos comicios votarán jóvenes que han crecido bajo su gobierno, y su figura se ha convertido en una referencia ineludible en Europa y en todo el mundo, al balance sobre sus cuatro mandatos no le faltan claroscuros.

La villana de Europa

(Foto de archivo) Un manifestante griego sostiene una pancarta en la que se ve a la canciller Angela Merkel con una esvástica y con las leyendas: "Una semana en el infierno" y "Grecia bebe el veneno", ante el parlamento, en Atenas, el 11 de noviembre del 2012 (AP Photo/Lefteris Pitarakis,File)
(Foto de archivo) Un manifestante griego sostiene una pancarta en la que se ve a la canciller Angela Merkel con una esvástica y con las leyendas: "Una semana en el infierno" y "Grecia bebe el veneno", ante el parlamento, en Atenas, el 11 de noviembre del 2012 (AP Photo/Lefteris Pitarakis,File)

El rol de Angela Merkel durante la crisis del euro es considerado como uno de los grandes errores de su carrera política. Le valió, en efecto, uno de los índices de popularidad más bajos de su carrera —por un mes del 2010 midió por debajo del 50%— y que fuera vista durante un largo periodo y en varios países como la villana de Europa.

En su propio país, Merkel debió librar duras batallas contra los sectores que se resistían a que el dinero de los contribuyentes sea destinado al rescate los países del sur del bloque, incluso en su propio partido, la CDU (Unión Demócrata Cristiana). Según las encuestas, la mayoría de los alemanes consideraban que se trataba de problemas nacionales, que no los concernían. Pero ella decidió seguir adelante de todas formas.

Como líder de la economía más fuerte, del país más grande y con mayor número de población de la Unión Europea, Merkel navegó una de las crisis económicas más amenazantes para la continuidad del bloque a la cabeza del mismo; y lo hizo casi con una única certeza que pronunció el 19 de mayo del 2010: “Si fracasa el euro, fracasa Europa”. Después de semanas de duras negociaciones, accedió a que el dinero alemán vaya a gigantescos planes de rescate a Grecia, Italia, España y Portugal, pero lo hizo a cambio de la imposición de condiciones draconianas y reformas económicas estrictas.

Angela Merkel, Francois Hollande y Alexis Tsipras (AFP)
Angela Merkel, Francois Hollande y Alexis Tsipras (AFP)

Así, en 2010 Merkel personificó la imposición a Grecia de un duro plan de austeridad para obtener la ayuda financiera de la “troika” (Unión Europea, Banco Central Europeo y FMI), lo que despertó masivas y continuadas protestas que la tuvieron como blanco, y en donde frecuentemente se la comparaba con Adolf Hitler. Como en el país helénico, la alemana se convirtió en el rostro de un creciente descontento que emergía entre españoles, portugueses e italianos.

En una entrevista reciente, el biógrafo de la canciller y autor de Angela Merkel, Europe’s most influential leader (Angela Merkel, la líder más influyente de Europa), Matthew Qvortrup, opinó sobre el episodio: “Sospecho que ella sabe que ha sido su gran error. Porque la austeridad no solo tuvo enormes consecuencias económicas para Europa, sino que avivó la tensión política y es causante de muchos de los problemas que teníamos antes de la pandemia. Al menos ha aumentado el odio y el resentimiento (....) Imponer medidas de austeridad en otros países mientras a Alemania le iba bien económicamente no estuvo bien”.

Fukushima, ¿examen de conciencia? y el mayor cambio de rumbo de Angela Merkel

Obreros trabajando en la planta nuclear de Fukushima, tras el accidente ocurrido el 11 de marzo de 2011 después de un terremoto (Reuters)
Obreros trabajando en la planta nuclear de Fukushima, tras el accidente ocurrido el 11 de marzo de 2011 después de un terremoto (Reuters)

Al igual que su partido, la CDU, Angela Merkel fue una histórica defensora de la energía nuclear. Paradójicamente, uno de los primeros cargos que ocupó en la década del noventa fue el de ministra de Medio Ambiente, Conservación Natural y Seguridad Nuclear, cartera que había sido creada uno diez años antes tras el accidente en la planta nuclear de Chernobyl, en abril de 1986.

Ese episodio también reforzó el lugar del partido Los Verdes en la política alemana, hasta que finalmente llegaron al poder en una coalición con el Partido Socialdemócrata (PSD), para poner límites al uso de la energía nuclear en Alemania a principio de los 2000. En el año 2002 promulgaron una ley que prohibía la construcción de nuevas centrales nucleares y preveía que las existentes fueran reemplazadas por otras energías de forma gradual hasta el año 2021, cuando se habría apagado la última central de Alemania.

Pero el ambicioso plan de la coalición se vio frustrado con el regreso de Merkel al poder, quien en el 2010, basándose en la enorme dependencia de la matriz productiva del país de la energía producida en las centrales nucleares, decidió revocar esa legislación, extendiendo el uso de los reactores nucleares y abandonando la exigencia de las pruebas de seguridad regulares sobre los reactores viejos.

La canciller Angela Merkel (REUTERS/Michaela Rehle/File Photo)
La canciller Angela Merkel (REUTERS/Michaela Rehle/File Photo)

Todo cambió, sin embargo, el 11 de marzo del 2011. Un sismo seguido de un tsunami generó una fuga en una ultra-segura central nuclear japonesa y la imagen de Chernobyl regresó a la memoria de todos. Cientos de miles de personas fueron evacuadas y enormes masas de agua del Pacífico resultaron contaminadas por las filtraciones. En una conferencia de prensa, Merkel admitió haber hecho un examen de conciencia y anunció un giro de 180 grados.

“Personalmente, después del accidente en Japón, hice una reevaluación de los riesgos asociados con la energía nuclear”, dijo. “Fukushima cambió mi actitud hacia la energía nuclear. El vapor radiactivo todavía se eleva a la atmósfera y no se vislumbra el final de este horror“, agregó. Y anunció que el gobierno actuaría rápidamente para adoptar una serie de leyes que permitieran la transición hacia fuentes de energía alternativas, incluida la energía eólica y solar, pero también nuevas medidas para ahorrar energía; un plan que se conoció como Energiewende.

En efecto, tras enfrentar una gran resistencia en su propio partido, la decisión fue poner bajo prueba de seguridad los diecisiete reactores nucleares de Alemania y desactivar durante 3 meses los siete más antiguos. El objetivo fue eliminar definitivamente la energía nuclear para finales de 2022.

Las lecturas sobre el cambio de opinión de Merkel son diversas. Mientras algunos sostienen que la canciller genuinamente vio refutadas sus convicciones científicas sobre la seguridad de ese tipo de energía, otros dicen que actuó —como lo volverá hacer en múltiples oportunidades durante sus cuatro mandatos— guiada por lo que indicaban las encuestas y por tanto, por oportunismo político.

Genuinamente o no, lo cierto es que Merkel supo cómo adaptarse ante un episodio que trastocó las concepciones de la población al respecto del medio ambiente y la seguridad, y lo hizo justo a tiempo, cuando su partido comenzaba a pagar los costos, en las urnas, de su defensa acérrima de la energía atómica.

No obstante, y pese a su cintura política, Alemania continúa teniendo una deuda con el Medio Ambiente: más de tres cuartas partes de la energía que se consume en el país tiene origen en combustibles fósiles y sus emisiones de gases de efecto invernadero casi duplican las de Francia.

De dama de Hierro a líder solidaria de Europa

Angela Merkel visitando un campo de refugiados en Turquía (EFE)
Angela Merkel visitando un campo de refugiados en Turquía (EFE)

“Wir schaffen das!” (¡Podemos lograrlo!). Entre arenga y expresión de deseo, la frase pronunciada el 31 de agosto de 2015 por Angela Merkel pasó a la historia porque intentaba dimensionar el desafío al que estaba a punto de enfrentarse Alemania: un millón de refugiados llegó al país sólo durante ese año gracias a la política de puertas abiertas de la canciller.

Fue nada menos que la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial la que la empujó a adoptar esa política, en un cambio de posición que, nuevamente, debió enfrentar las resistencias de su partido. Entre los balances, existen matices: mientras que la revista Times la nombró persona del año y todo el arco político progresista y de la centro izquierda liberal saludó la iniciativa, algunos aún consideran que la decisión alimentó los discursos de la extrema derecha nacional, fundamentalmente de Alternative Für Deutschland (AfD). Más allá de las consideraciones ideológicas, la apuesta de Merkel contó con el respaldo de la mayoría de la población alemana, como lo indica una encuesta realizada en septiembre de 2015 por Politbarometer según la cual el 66% de la población consideraba que permitir la entrada a un gran número de refugiados era lo correcto.

Angela Merkel fue elegida "Persona del año" por la revista Time, debido a su gestión de la crisis de refugiados, entre otras cosas
Angela Merkel fue elegida "Persona del año" por la revista Time, debido a su gestión de la crisis de refugiados, entre otras cosas

La crisis, detonada por un recrudecimiento de la Guerra en Siria que había comenzado en el 2011, incluyó también a cientos de miles de personas de distintos países de Medio Oriente que emprendieron peligrosas travesías por mar y por tierra y que además de la violencia, buscaban dejar atrás las duras condiciones de vida de sus países de origen. Así, quienes llegaron a Alemania en ese periodo —después de 2015 siguieron llegando en menor medida, sumando otros 700.000 hasta el momento— lo hicieron mayormente a través de la ruta de los Balcanes provenientes de Siria, pero también de Irak y Afganistán.

El gesto humanitario de la canciller y la respuesta alemana, en general, deben ser puestas en contexto: La crisis migratoria europea incluía también a quienes intentaban llegar desde los países del norte de África a través del Mediterráneo, muchísimas veces sin éxito. Para ese entonces, las rutas más seguras habían sido cerradas gracias a políticas fronterizas del continente que priorizaban la seguridad por sobre cualquier criterio humanitario, y Alemania había sido crucial en esa definición, en el marco de los planes de austeridad pactados con los países del sur del continente. Según datos de Amnistía Internacional, entre 2007 y 2013, la Unión Europea gastó 2.000 millones de euros en seguridad fronteriza mientras que solamente 700 millones fueron destinados a la recepción de migrantes.

Alemania, Munich: Más de 13.000 refugiados, en su mayoría sirios, llegaron en solo dos días de 2016 a la estación de trenes de esta ciudad, luego de que Austria y Hungría abrieran sus fronteras
Alemania, Munich: Más de 13.000 refugiados, en su mayoría sirios, llegaron en solo dos días de 2016 a la estación de trenes de esta ciudad, luego de que Austria y Hungría abrieran sus fronteras

Pero el “wir schaffen das!” de Merkel refería no tanto a la apertura de las fronteras anunciada por ella ese año, sino a lo que sería el desafío posterior: la integración de los refugiados. Su incorporación al mercado laboral era, y sigue siendo, uno de los objetivos cruciales de la estrategia de la canciller, quien vio a su vez una posibilidad de paliar la escasez de mano de obra que sufría el país. Además, buscaba que los solicitantes de asilo sean autosuficientes económicamente y que lograran la asimilación social.

En el año 2016 Alemania aprobó la Ley de Integración, para garantizar a los solicitantes de asilo acceso a formación, aprendizaje del idioma, lecciones de adaptación a la sociedad alemana y oportunidades laborales. La iniciativa colocó rápidamente a Alemania por sobre el resto de sus socios europea en esta materia y fue un éxito: más de la mitad de los refugiados trabajan y pagan impuestos en el país, mientras que más del 80% de los niños refugiados dicen sentirse bienvenidos y estar a gusto. Sin embargo, un artículo del 2020 de The Economist marca una salvedad: menos de la mitad de los trabajadores refugiados en Alemania poseen un empleo calificado, pese a que más del 80% sí lo tenían sus países de origen.

Migrantes de Siria e Irak se toman selfies con la canciller Angela Merkel afuera de un campo de refugiados en Berlín, Alemania, el 10 de septiembre de 2015 (REUTERS/Fabrizio Bensch/File Photo)
Migrantes de Siria e Irak se toman selfies con la canciller Angela Merkel afuera de un campo de refugiados en Berlín, Alemania, el 10 de septiembre de 2015 (REUTERS/Fabrizio Bensch/File Photo)

 

En suma, la política de acogida colocó a Angela Merkel en la delantera de las respuestas humanitarias a la crisis de refugiados, aunque le valió un desgaste que capitalizó la extrema derecha de su país, reforzada tras una serie de atentados islamistas aislados en el país. Esto pese a que sobran los datos que desmienten un vínculo entre refugiados y crímenes terroristas. Una investigación realizada por el Brookings Institute, indicó, puntualmente, que no había una conexión real entre los flujos de refugiados a Alemania y el supuesto aumento del crimen y los ataques terroristas. De hecho, reveló que los refugiados tienen más probabilidades de ser víctimas de violencia que de perpetrarla. Estadísticas oficiales muestran, además, un descenso constante en la tasa de número de crímenes por 100.000 habitantes desde 2015.

“Lo siento mucho, realmente lo lamento desde el fondo de mi corazón”. La frase marcó la emotividad de un discurso en el que Angela Merkel, abandonando su estilo más austero, pidió restricciones y advirtió que Alemania no podía permitirse registrar casi 600 muertes por día como consecuencia del coronavirus.

La crisis, esta vez, no era exclusiva de su país; ni siquiera de Europa: el mundo se encontraba paralizado por una pandemia cuyo final todavía aparece incierto. Y el resultado en la gestión de la canciller, nuevamente, admite un balance con matices.

El 18 de marzo del 2020, su figura se reforzó con un primer discurso en el que, con un tono didáctico y empírico, explicó durante doce minutos las características del virus, sus consecuencias, y los pasos a seguir. “Es serio. Tómenlo en serio”, advirtió en un mensaje televisado. Su firmeza le valió los índices de popularidad más altos de todo su gobierno —en torno al 90%— y el apoyo del Bundestag para aplicar restricciones sociales.

La canciller alemana Angela Merkel en al cierre de campaña electoral del CDU en Aquisgrán, este sábado (EFE/FRIEDEMANN VOGEL)
La canciller alemana Angela Merkel en al cierre de campaña electoral del CDU en Aquisgrán, este sábado (EFE/FRIEDEMANN VOGEL)

Por entonces, un especialista, el historiador de la Universidad de Maguncia Andreas Rödder, ponderó el rol de la alemana al compararla con su par francés: “La respuesta de Macron a la pandemia fue ‘estamos en guerra’, mientras que Merkel decía: ‘recuerden lavar la mascarilla a 60 grados’”.

En consecuencia, Alemania consiguió controlar los brotes de la primera ola del coronavirus gracias a un alto índice de pruebas y a un avanzado sistema de rastreo de contactos. Este año, sin embargo, las críticas se multiplicaron y su gestión de la pandemia quedó relativamente opacada por la lentitud y las fallas en el programa de vacunación alemán en comparación con otros países europeos, y más aún cuando la primera vacuna aprobada en la Unión Europea fue la de Pfizer en conjunto con la empresa alemana BioNTech.

Pese a todo, los problemas no lograron perforar la popularidad de la canciller, que se despedirá del poder contando con una simpatía de los alemanes en torno al 70%, y cuando aún es una incógnita quién entre sus posibles sucesores estará a la altura de ocupar su cargo.

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