Opinión

El libreto de la corrupción (no es una serie)

Martes 18 de Septiembre de 2018

El libreto de la corrupción (no es una serie)

Por Ricardo Kirschbaum

No se llamaban Frank y Claire Underwood ni la trama estuvo basada en un libreto, mitad real mitad ficción, de una serie de Netflix. Ocurrió aquí, no en Washington. Los personajes fueron Néstor y Cristina Kirchner y un enorme elenco de los actores que cumplieron diversos roles entre el 2003 y el 2015, con epicentro en la Casa Rosada, la Residencia de Olivos, Río Gallegos, Calafate (“mi lugar en el mundo”), Caracas, el Orinoco y quien sabe qué otro lugar que aparezca en la investigación judicial.

El juez Bonadio calificó en su fallo el sistema de coimas como un “circuito macabro” del que participaron los empresarios que, lejos de haberse sentido presionados, se involucraron por “el lucro de participar de un sistema que expoliaba los bienes del Estado amañando licitaciones con fuertes sobreprecios

El juez habló en su resolución de un “pacto ilícito” entre empresarios que pagaban las coimas y funcionarios que las recibían y distribuían hacia la cúspide del gobierno kirchnerista, “una maquinaria que le sacaba con procedimientos amañados dinero al Estado Nacional en detrimento de la educación, la salud, los jubilados, la seguridad, que dejaba a los más humildes del pueblo sin cloacas, agua corriente...”.

La Justicia tendrá que probar que casi todo el dinero subía hasta los Kirchner. Pero a esta altura lo corroborado es la corrupción institucionalizada. Tanto arrepentido confesando en una misma dirección, varios ex funcionarios admitiendo sus roles de recaudadores y de beneficiarios de esa red de corrupción, sería una confabulación del tal perfección tan admirable como increíble. Es lo que Cristina -y el kirchnerismo más cerrado- quiere creer que es.

José López le dijo a Bonadio que los nueve millones de dólares que revoleó en el raro convento de Luján eran de Cristina Kirchner. Y que las joyas (Rolex, collares, anillos, gemelos...) también. Puso a un testigo de por medio, el ex secretario privado de la ex Presidenta que le llevó el encargo. López ha sido una pieza central del sistema que ideó Néstor y que supervivió a su muerte. El, dijo, fue uno de los recaudadores de las coimas.

Cristina ignoró esas revelaciones y se dedicó a mostrar cómo había quedado su casa luego del allanamiento. Mostró destrozos pero no mostró -ni habló- de lo que sí encontraron.

El lunes se retractó: Sergio Massa no le regaló una obra de Páez Vilaró. El que lo había hecho fue el propio artista en 2008. Massa no era intendente de Tigre, todavía era su jefe de Gabinete. De cualquier manera, el valor de mercado del cuadro es tan bajo que no indica nada.

López también contó que Cristina le había dicho en 2013 que había que “recaudar” para poner “todo para ganarle a ese traidor”. Tenía razón: Massa al ganarle al kirchnerismo hundió el sueño de eternidad del proyecto que había nacido en 2003 gracias a Duhalde. Recordémoslo: el entonces presidente bajó a José Manuel de la Sota y entronizó a Néstor Kirchner como candidato contra Menem.

Por último, hay una inmensa perversión moral en toda esta trama corrupta que hace aumentar la sensación de estafa política.

Cada acción de “liberación” -el pago al FMI, por ejemplo- escondió enriquecimiento personal: los bonos que compraba Venezuela fueron pantallas de negocios personales. Para recuperar las reservas del BCRA, se hizo ese acuerdo con Chávez que le habría dejado a Néstor Kirchner 25 millones de dólares.

Los libretistas de Netflix se quedaron cortos.