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Especialistas advierten que la pirotecnia puede provocar lesiones auditivas irreversibles y que sus efectos pueden aparecer días después del estallido.
Sábado 20 de Diciembre de 2025
09:03 | Sábado 20 de Diciembre de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
Cuando se acercan las fiestas de fin de año, el estruendo de la pirotecnia suele confundirse con una tradición alegre. Sin embargo, detrás de ese sonido festivo de cohetes y petardos late un riesgo real, profundo y muchas veces invisible: los fuegos artificiales pueden causar lesiones, muchas veces irreversibles, en la capacidad de escucha.
Las explosiones generan un tipo de ruido impulsivo que alcanza picos extremos en fracciones de segundo. La Asociación Argentina de Otorrinolaringología y Fonoaudiología advierte en sus campañas de prevención de fin de año que: la pirotecnia comercial supera ampliamente ese umbral, con detonaciones que oscilan entre 140 y 170 dB, e incluso hasta 180 dB a corta distancia.
También señalan que la mayor parte de las lesiones atendidas en guardias no se notan en el momento: muchas personas consultan recién cuando aparece un zumbido persistente o una baja auditiva evidente.
Este impacto es tan repentino que los mecanismos naturales de protección del oído no alcanzan a activarse. Por eso, una sola explosión puede causar trauma acústico, tinnitus, perforación timpánica o daño en las células ciliadas en milésimas de segundo.
Expertos a nivel internacional, advierten que un ruido fuerte puede generar pérdida auditiva permanente en menos de un segundo (cuando supera los 120–150 dB), y que 1 de cada 4 adultos presenta signos de daño por exposición a ruido aun sin haberlo percibido.
Esta falta de percepción inmediata explica por qué muchas lesiones se hacen visibles horas o días después del estallido, cuando aparecen zumbidos persistentes, oído tapado o una baja en la discriminación del lenguaje.
Los más vulnerables —niños, adultos mayores, personas con hipersensibilidad al sonido, patologías neurológicas o TEA— pueden experimentar consecuencias aún más severas.
La licenciada María Agustina Leiro, fonoaudióloga del equipo GAES Amplifon, advierte: “El oído no tiene mecanismos de defensa frente a un ruido explosivo. La onda sonora ingresa en milésimas de segundo y puede dañar las células ciliadas, encargadas de transformar el sonido en señales para el cerebro.” Y agrega: “especialmente en bebes y niños la exposición a ruidos estridentes pueden causar un trauma acústico inmediato, incluso después de una sola explosión.”
Uno de los mayores desafíos es que el trauma acústico no siempre se percibe de inmediato. Muchas veces el paciente no registra la lesión en el momento, porque el 97% de los fonemas del lenguaje se ubican en un rango de frecuencia que puede mantenerse indemne en las primeras horas. Eso retrasa la percepción de la pérdida auditiva y favorece que evolucione hacia una hipoacusia.
Además del daño en las células ciliadas, los ruidos por encima de 140 dB pueden producir inflamación, desgarros microscópicos y disrupciones en el oído interno que se manifiestan más tarde como tinnitus, sensación de oído tapado o dificultad para entender conversaciones en ambientes ruidosos.
“El trauma acústico puede avanzar en silencio: no duele, no avisa y muchas veces los síntomas aparecen cuando el daño ya está instalado”, enfatiza Leiro.
Por eso, advierte que no existe un nivel seguro de exposición a la pirotecnia sonora y que la medida más eficaz es evitarla, eligiendo alternativas visuales o silenciosas que preserven la audición, especialmente en bebés, niños y personas con sensibilidad auditiva.
La pérdida de audición altera la vida cotidiana: afecta el aprendizaje, la memoria, la socialización y la calidad de vida. Incluso una sola exposición a niveles extremos de sonido puede marcar un antes y un después.
Para que todos puedan disfrutar de los encuentros festivos, es clave adoptar hábitos que favorezcan la comunicación y reduzcan el estrés auditivo:
Las fiestas deberían ser un momento de encuentro, no de riesgo. Elegir alternativas silenciosas, no solo protege la audición: también cuida a bebés, adultos mayores, personas sensibles al sonido y animales
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